Por Christine Lagarde y Jonathan D. Ostry
Pese a ciertas mejoras, las brechas de participación en la fuerza laboral entre hombres y mujeres siguen siendo considerables. Solo para mencionar un ejemplo, ninguna economía avanzada o de ingreso mediano ha logrado reducir la brecha de género lo suficiente para situarla por debajo de los 7 puntos porcentuales.
Esta desigualdad de condiciones entre hombres y mujeres implica un importante costo económico porque perjudica la productividad e impone un lastre al crecimiento. Según un estudio reciente del FMI , las barreras que dificultan el ingreso de la mujer en la fuerza laboral —distorsiones tributarias, discriminación y factores sociales y culturales— son más costosas de lo que indicaban estudios previos, y las ventajas de cerrar las brechas de género son incluso mayores de lo que se pensaba. Por eso, las autoridades deberían centrar la atención en eliminar esas barreras sin demora.
La importancia de la diversidad de género
Nuestro análisis surge de la observación —corroborada por abundantes datos microeconómicos— de que las mujeres y los hombres aportan diferentes aptitudes y perspectivas al trabajo, incluidas distintas actitudes con respecto al riesgo y la colaboración. Otros estudios también han demostrado que el desempeño financiero de las empresas mejora cuanto más equilibrio de género hay en sus directorios. Llama la atención que en estudios previos no se hayan analizado las implicaciones macroeconómicas de estos datos observados a nivel microeconómico.
En los análisis convencionales, la fuerza de trabajo es la suma de los hombres y las mujeres que trabajan. En esta suma, reemplazar un hombre con una mujer no incide en la fuerza laboral, y desde ese punto de vista, la diversidad de género no arroja ventajas: se supone que los hombres y las mujeres son perfectamente sustituibles.
Pero nuestros datos —obtenidos a nivel macroeconómico, sectorial y de empresas—muestran que las mujeres y los hombres desempeñan papeles complementarios en el proceso de producción, lo que significa que el aumento del empleo femenino es un aliciente más para el crecimiento. Dicho de otro modo, un incremento del número de mujeres en la fuerza laboral debería aportar mayores ventajas económicas que un incremento equivalente del número de trabajadores hombres (debido al hecho de que, como dirían los economistas, la elasticidad de la sustitución entre mujeres y hombres en la producción es baja).
Principales ventajas de reducir las brechas de género
Este hallazgo tiene importantes implicaciones.
Un mayor estímulo al crecimiento: Dado que las mujeres aportan nuevas aptitudes al trabajo, las ventajas en materia de productividad y crecimiento derivadas de una mayor participación femenina en la fuerza de trabajo (mediante la reducción de las barreras que frenan la incorporación de la mujer en el trabajo) son mayores de lo que se había pensado. De hecho, en nuestro ejercicio de calibración observamos que, en los países en la mitad inferior en cuanto a desigualdad de género en nuestra muestra, cerrar la brecha de género podría incrementar el PIB un 35% en promedio. Cuatro quintas partes de este aumento serían consecuencia de la incorporación de trabajadores en la fuerza laboral, pero una quinta parte del aumento se debería al efecto que la diversidad de género ejerce sobre la productividad.
Mayor productividad: Cuando en el pasado los datos se han interpretado en situaciones en que la brecha de género ha estado disminuyendo a lo largo del tiempo, se han exagerado las contribuciones al crecimiento provenientes de las mejoras de eficiencia (es decir, los aumentos de la productividad total de los factores). Una parte de los aumentos atribuidos a la productividad en realidad se deben al incremento de la participación femenina a lo largo del tiempo.
Mayores ingresos para los hombres: Los resultados obtenidos hacen pensar que los salarios de los hombres también aumentarán como consecuencia de una mayor inclusión de la mujer en la fuerza laboral, gracias a la mejora de la productividad. Esto es importante, ya que estos mayores salarios deberían ser un argumento a favor de la eliminación de las barreras que impiden que las mujeres accedan a buenos trabajos.
Reducir las barreras de género produce mayores ventajas en el ámbito del desarrollo: El auge del sector de los servicios impulsado por el desarrollo económico ayuda a incorporar más mujeres en la fuerza de trabajo. Pero nuestra investigación muestra que las barreras al empleo femenino frenan este proceso. Estas barreras varían según la región y el país, y son enormes en algunas partes del mundo: pueden llegar a equivaler a una tasa de impuesto sobre el empleo de la mujer de hasta 50%. Y las correspondientes pérdidas de bienestar (que consideran consumo y ocio) son importantes, incluso si se tiene en cuenta el hecho de que la “producción doméstica” disminuye cuando la mujer entra en la fuerza laboral. Por ejemplo, observamos que los costos de bienestar superan el 20% en la región de Oriente Medio y Norte de África y en Asia meridional.
Aprovechar las ventajas
Lamentablemente no hay una varita mágica, pero sí hay varias políticas que pueden ayudar a reducir las brechas de género, como promulgar leyes que garanticen la igualdad de la mujer en cuanto a derechos de propiedad y acceso al crédito. Las reformas tributarias (por ejemplo, reemplazar la tributación conjunta con tributación individual y proporcionar créditos tributarios) pueden incentivar la participación en la fuerza laboral entre los trabajadores de bajo ingreso. Abordar la desigualdad de género en cuestiones de educación y salud —lo que incluye el financiamiento público de las licencias por maternidad y paternidad y la ampliación de los servicios de cuidado de niños y ancianos— puede incrementar la participación de la mujer en el mercado de trabajo. Y lo mismo sucedería al mejorar el acceso a las infraestructuras de transporte, electricidad y agua.
Visión de conjunto
No todas estas inquietudes son nuevas, pero lo que sí es nuevo es el sentido de urgencia. Desde hace años el FMI ha estado a la vanguardia de los análisis sobre políticas que destacan los costos económicos de la desigualdad y los posibles remedios . Sabemos que la desigualdad de condiciones entre mujeres y hombres acarrea importantes costos económicos y puede ser perjudicial para la salud económica de los países. Lo que ahora estamos descubriendo es que esos costos son incluso mayores de lo que habíamos pensado. Ante este panorama más completo, los argumentos a favor de una mayor igualdad de género adquieren aun más contundencia.
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